Estrellas fugaces: El espejo torcido de Chejov



Pensaréis que se me está pirando mucho con las perseidas, pero dado que este es su mes especial, he decidido llenar el blog de estos instantes mágicos y fugaces :)
Esta noche os traigo "El espejo torcido", uno de mis cuentos favoritos de siempre.
:)

Cuando mi esposa y yo entramos en el vetusto salón, el ambiente impregnado de moho desprendía ese olor característico, húmedo de las casas que han estado sin recibir luz y aire. Al encender la vela con la que alumbrarnos y rasgar las sombras, las ratas y los ratones, dueñas y señores del salón por más de un siglo, huyeron rápidos y se escondieron en los innumerables agujeros y cachivaches que, por cierto, abundaban por doquier.

A un soplo de viento, los montones de papeles que yacían por montones en los muebles y las esquinas empezaron a moverse. Cerramos la puerta, la luz cayó sobre esos papeles y vimos caracteres antiguos e imágenes medievales. 

De las paredes verdecidas por el tiempo colgaban los retratos de mis antepasados. Estos, así me pareció, comenzaron a mirarme altivos, con severidad, como si quisieran decir:

-Una buena paliza es lo que te mereces, pillo.

Nuestros pasos resonaban por toda la casa y a mi tos le respondía el eco, ese mismo eco que alguna vez respondió a mis ancestros. 

El viento aullaba y gemía. En el conducto de la chimenea alguien lloraba, y en ese llanto se percibía la desolación. Gruesas gotas de lluvia golpeaban las ventanas oscuras y nubladas y este golpeteo junto con el rumor del viento y el correr de los ratones producía angustia.

-¡Oh, ancestros, ancestros! –dije suspirando con intensidad. –Si yo fuera escritor escribiría, mirando estos retratos, vuestra historia. Pues cada uno de estos ancianos fue alguna vez flor joven, y cada uno, o cada una, tuvo su romance… ¡y qué romance! Échale una mirada, por ejemplo, a esta viejecita, a mi tatarabuela. Esta mujer fea, deforme, tiene su historia interesante, en grado sumo. ¿Ves, -le pregunté a mi esposa, -ves el espejo que está colgado allí, en la esquina?

Y le señalé a mi esposa un gran espejo con marco de bronce negro que colgaba en la esquina, cerca del retrato de mi tatarabuela.

-Ese espejo tiene poderes mágicos: fue la perdición de mi tatarabuela. Ella pagó por él una inmensa cantidad de dinero, y no se separó de él hasta su misma muerte. Se miraba en él día y noche, sin cesar, se miraba incluso cuando comía y bebía. Al acostarse a dormir, cada vez, lo metía en su cama, y al morir rogó que se lo pusieran en el ataúd. No cumplieron su deseo sólo porque el espejo no cabía en el ataúd.

-¿Era coqueta? –preguntó mi esposa.

-Supongo, pero ¿acaso no tenía otros espejos? ¿Por qué se enamoró, precisamente, de este espejo, y no de algún otro? ¿Y acaso no tenía espejos mejores? No, querida, aquí se oculta algún secreto terrible... La tradición dice que en el espejo hay un demonio, y que la tatarabuela tenía cierta comunicación ultreterrena con Lucifer. Por supuesto, eso es una sandez, pero es indudable que el espejo del marco de bronce tiene un poder misterioso.

Le quité el polvo al espejo, le eché una mirada y me carcajeé. A mi carcajada respondió sordamente el eco. El espejo era curvo, y mi fisonomía se combaba hacia todos lados: la nariz aparecía en la mejilla izquierda, y la barbilla se dividía e iba a un costado.

-¡Gusto extraño el de mi tatarabuela! –dije al verme reflejado así.

Mi esposa, indecisa, se acercó al espejo, le echó una mirada también, y al instante ocurrió algo terrible. Palideció, le temblaron todos los miembros y gritó. El candelero se le cayó de las manos, rodó por el suelo y la vela se apagó. Nos envolvió la tiniebla. Al instante, oí la caída al suelo de algo pesado: mi esposa desvanecida, sin sentido.

El viento gimió aún de modo más lastimero, las ratas corrieron, los ratones caminaron por los papeles. Los cabellos se me pararon, y se agitaron cuando un postigo se desprendió de la ventana y voló hacia abajo. En la ventana apareció la luna… Haciendo acopio de mis fuerzas, me serené y agarré a mi esposa, la abracé y la saqué de la morada de los ancestros. 

Y mi mujer perdió el conocimiento durante todo el día, hasta que a la noche siguiente volvió en sí.

-¡El espejo! ¡Denme el espejo! ¿Dónde está el espejo?

Durante una semana entera no comió, no bebió, no durmió, todo el tiempo rogaba que le trajeran el espejo. Sollozaba, se arrancaba los cabellos de la cabeza, se agitaba y, finalmente, cuando el doctor anunció que podía morir de extenuación y que su situación era peligrosa en grado sumo, yo, venciendo mi miedo, fui abajo de nuevo, y le traje desde allí el espejo de la tatarabuela. Al verlo, se carcajeó de felicidad, después lo agarró, lo besó y clavó sus ojos en él.

Y ya han pasado más de diez años, y ella aún se mira en el espejo, y no se separa de él ni un instante.

-¿Es posible que sea yo? –murmura, y en su rostro se enciende, en lugar del rubor, una expresión de beatitud y éxtasis. -¡Sí, soy yo! ¡Todo miente, excepto este espejo! ¡La gente miente, mi marido miente! ¡Oh, si me hubiera visto antes, si hubiera sabido cómo soy en realidad, no me hubiera casado con este hombre! ¡Él no es digno de mí! ¡A mis pies deben estar los caballeros más hermosos, más nobles!

Una vez, quiso la casualidad que pasase por detrás de mi esposa y eché una mirada al espejo sin intención, así descubrí el terrible secreto. Vi en el espejo una mujer de belleza cegadora, que nunca había visto en mi vida. Era un milagro de la naturaleza, era la armonía de la belleza, la gracia y el amor. Pero, ¿de qué se trataba? ¿Qué había sucedido? ¿Por qué mi fea esposa parecía tan hermosa en el espejo? ¿Por qué?

Entonces comprendí que aquel espejo torcido combaba el rostro feo de mi esposa hacia todos lados, y por esa mezcla de rasgos éste se hacía por casualidad hermoso.

Y ahora ambos, mi esposa y yo, estamos sentados ante el espejo y, sin separarnos ni un segundo, nos miramos en éste: mi nariz se mete en la mejilla izquierda, la barbilla se divide y se mueve a un costado, pero el rostro de mi esposa es encantador, y una pasión salvaje, demente se apodera de mí, me impulsa cada vez con más fuerza a quererla.

Yo suelo prorrumpir en carcajadas salvajes y mi esposa no deja de murmurar:

-¡Qué hermosa soy!

:D
Y todo esto para contaros que en esta semana mi contrario y yo hemos cumplido 14 años y yo sigo pensando que su mirada está torcida y que me ve con la magia del espejo de Chejov, él dice que entonces la mía estará retorcida y se descojona de risa... Y eso es parte de su magia, en verdad Miguel nunca ha visto en el espejo lo guapo que es, porque aunque nos miremos juntos, yo solo tengo ojos para él y él siempre me está mirando a los ojos :)
 
                                           I only have eyes for you - The Flamingos (lyrics)

                                         I only have eyes for you - Billie Holiday (directo)