Encontrar libros en los que vivir y crear libros para vivirlos y dejar que otros entren

A veces me aburro o tengo frío y entonces paseo por el centro de la ciudad mirando por las ventanas, otras veces voy a la biblioteca.
Un día, cuando tenía doce años, llegué por la mañana con lágrimas secas en el rostro y gran cansancio después de otra discusión de una hora sobre ir o no al colegio. Ese día escape a la biblioteca y encontré un nuevo estante.
Me senté junto al radiador y empecé a leer, olvidé el miedo, la tristeza y la soledad porque ya no estaba en esa biblioteca, en cambio, había entrado en el mundo oscuro y distópico que el autor Melvin Burgess había creado.
Sentí que era la cosa más real que jamas había leído. Levanté la vista en la última página y era la hora de comer, no tenía hambre y volví a la primera para empezar otra vez. Quería saber cómo Burgess lo había hecho, cómo había parado y alargado el tiempo, cómo había hecho un agujero en el mundo lo suficientemente ancho como para que yo pudiese escapar por él.
Yo siempre había escrito diarios, historias, poemas, siempre deseando que escribir fuese la cosa que yo podía hacer muy bien.
En ese momento me decidí a descubrir cómo crear un lugar con palabras para que otros pudiesen entrar.
Y hasta que eso pasó, encontré mi propio sitio en el que esperar a que pasase la infancia, que no dura siempre.
Queridos bibliotecarios, robé ese libro y no lo siento, me salvó la vida.

Jean Ashworth