De Polifemos y margaritas


Deshojo bocas con besos
del sí al no
hasta llegar a la cabeza dorada
de la margarita desnuda,
ojo del cíclope huérfano de una pregunta
con demasiadas respuestas,
un cíclope ciego que solo sabe decir
que «"nadie" le ha hecho daño».

No digo tu nombre
y cojo otra margarita,
otra boca llena de síes y noes
y sobre todo de ese "no es"
que duele porque
NO ES la tuya.