De versos en el pecho y besos enrevesados


Me he regalado este libro genial por navidades y ya se ha hecho un hueco en mi pecho porque, cuando lo abrí al azar, me encontré conmigo misma, tal que así:


Cuando estoy jodida, leo poesía y, de igual modo, la escribo. Así salió Dos en la alborada, de frases guardadas que se hilaron en novela y, por cierto, muy pronto la sacaré en papel para mí, junto con Hechizo de mar y luna. Pensaba hacerlo antes de fin de año, pero no tuve tiempo, tenía que VIVIR y lo he hecho a grandes tragos, como decía Kavafis en Fui:

«No me reprimí. 
Me entregué completamente y fui, 
fui hacia aquellos placeres que eran medio reales, 
medio forjados por mi propia mente, 
entré en la noche brillante 
y bebí un fuerte vino, 
como solo los campeones del placer beben».

Ahora estoy de resaca porque sí, FUI, fui egoísta y hedonista y pensé en mi como nunca en mi vida y no me arrepiento de haber bebido igual hasta la náusea, como decía Ana Rosetti en Isolda, BEBÍ de un filtro que excusa mi locura:

«Si alguien sabe de un filtro que excuse mi extravío,
que explique el desvarío de mi sangre,
le suplico:
antes de que se muera el jazmín de mi vientre
y se cumplan mis lunas puntuales y enteras
y mis venas se agoten de tantas madrugadas
en las que un muslo roza al muslo compañero
y lo sabe marfil pero lo piensa lumbre;
antes de que la edad extenúe en mi carne
la vehemencia, que por favor lo diga.

Contemplo ante el espejo, hospedado en mis sábanas,
las señales febriles de la noche inclemente
en donde el terso lino aulaga se vertiera
y duro pedernal y cuerpo de muchacho.

ciño mi cinturón y el azogue me escruta,
fresas bajo mi blusa ansiosas se endurecen
y al resbalar la tela por mi inclinada espalda
parece una caricia; y la boca me arde.

si alguien sabe de un filtro que excuse mi locura
y me entregue al furor que la pasión exige,
se lo ruego, antes de que me ahogue
en mi propia fragancia, por favor,
por favor se lo ruego:
que lo beba conmigo».

PERO tengo que decelerar.
Estoy demasiado encendida, tanto que quemo desde dentro, me arde la piel y los labios, la sed de placer inmediato me abrasa la boca y el sexo, ya no soy ni la sombra de mi sombra, me deshago en cenizas cada noche y me rehago cada mañana como un fénix adicto al fuego.
Y es que Gloria Fuertes tiene razón en su La gente corre tanto... Y LO MEJOR ES IR DESPACIO:
«La gente corre tanto
porque no sabe dónde va,
el que sabe dónde va,
va despacio,
para paladear
el "ir llegando"».


Y ese "ir llegando" que me desboca, ese correr para correrse, esa necesidad de ser necesidad ajena, urgencia del placer pirómano que baila entre las llamas de dos cuerpos, me desvela y me hace escribir de lo que me desvive en noches de insomnio como esta.

No duermo y no dejo de soñar y sigo jugando con el azar y así me reencuentro con Carlos Salem que vuelve a presentarse cuando lo abro sin mirar y puede que sea porque esa página está ya muy marcada o puede que sea porque me marca saber que espero sin saber el nombre, porque el oráculo que nunca falla me dijo solo la profesión y hay muchos profesores en el mundo, yo misma lo soy...
Yo, que ya no sé quién soy.
YO, que no sé si eres .


Toda esta poesía, toda esta vida plena de palabras y besos han sido mis Navidades y ahora vuelvo al trabajo y cierro capítulo con una sonrisa en los labios, como termina el libro de Patricia Benito, con un suspiro quedo entre las piernas, en el pecho y en la lengua: OJALÁ TÚ AQUÍ.